Según Michael O’Leary, en lugar de una recuperación lenta se producirá un rebote rápido del tráfico de pasajeros. El pistoletazo de salida será este verano, cuando se permita la movilidad de la población y vuelva el turismo. ¿Está en lo cierto o se equivoca?
Algunas compañías de bandera europeas, como Lufthansa, creen que la recuperación será lenta y no se alcanzará el volumen de pasajeros del pasado año hasta el 2023. Opina igual IATA y los fabricantes de aviones.
Michael O’Leary cree sin embargo que los aviones recuperarán parcialmente la actividad en junio. Durante los meses de julio y agosto espera que haya un resurgimiento de viajes intraeuropeos impulsado por descuentos de última hora. La razón es simple: las familias, hartas de estar en casa, querrán aprovechar los billetes baratos para volar a un destino seguro, antes de tener que volver a la escuela después del verano.
«Mucho antes de lo que se cree volveremos a volar con los aviones llenos» dijo O’Leary en declaraciones a Reuters. Ryanair se prepara para una guerra de precios.
En su opinión, compañías tradicionales que buscan ayudas para sobrevivir no podrán lanzarse a una agresiva guerra de tarifas. Esto dará una ventaja competitiva a las aerolíneas dinámicas que tengan solidez financiera y puedan afrontar el reto.
DESCUENTOS NUNCA VISTOS
No es descabellado pensar que la rebaja de precios de última hora será de escándalo. Las compañías aéreas se lanzarán a una carrera desenfrenada por captar pasaje y llenar aviones. Al mismo tiempo que las cadenas hoteleras y resorts vacacionales buscarán desesperadamente turistas al precio que sea.
El mayor problema al que se enfrentan las aerolíneas ahora es la paralización de la flota de aviones y tripulaciones. Lo prioritario es volver a volar cuanto antes. El precio del combustible está por los suelos y las tasas de los aeropuertos -vacios- bajarán para estimular el tráfico de pasajeros.
Sin embargo, como dice Marisa García en Forbes, la amenaza del COVID-19 seguirá estando ahí mientras no se encuentre una vacuna. Las aerolíneas seguirán siendo un vector de transmisión más allá de las fronteras de un país. Si la población marcha a otros países, el Estado pierde el control de la epidemia.
El objetivo de suavizar las restricciones de movilidad es mantener viva la economía de un país. Pensar que los ciudadanos podrán aprovechar esa mayor movilidad para irse de vacaciones a otros países puede ser un error.
Por otra parte los aviones deberán bloquear entre la mitad y un tercio de sus asientos, para permitir la distancia social que se exige a las aerolíneas. Esto va en contra del modelo de negocio low-cost de Ryanair, que se basa en la maximización de los recursos.
OPTIMISMO EN EL FUTURO
Puede que Michael O’Leary sea un visionario y tenga razón. También puede ser que se equivoque, como cuando dijo en marzo que los medios estaban «histéricos» con el COVID-19 y que no afectaría los vuelos de Semana Santa. Sólo el tiempo dirá quién tiene razón.
En cualquier caso, O’Leary no deja de mostrarse optimista con el futuro y confía que Boeing reanude la producción del B737-MAX. Tiene 135 aviones pendientes de entrega, que espera empiecen a llegar a partir de finales de este año o principios del que viene. Y no renuncia a ampliar su flota aprovechando las circunstancias, «no hay muchas aerolíneas comprando aviones ahora, creo que en los próximos 12 meses puedo encontrar un precio muy bueno».
¿Son sinceras estas declaraciones, o se basan en su estrategia de comunicación con declaraciones explosivas para que se hable de Ryanair? Sea como sea la realidad se impondrá muy pronto y nos mostrará quién estaba en lo cierto.