Los aviones de aerolínea, así como los de escuela, son aviones que vuelan a un ritmo muy intenso, con escalas y rotaciones a veces muy cortas, lo que produce un alto estrés para el avión. Y consecuentemente los aviones pueden acumular varios diferidos.
Para los más nuevos les explicaré que los diferidos no son más que pequeños fallos, de diferente índole, con los que el avión puede continuar volando. En ocasiones con algún procedimiento añadido para mitigar este problema.
Estos diferidos, pueden ser desde daños cosméticos, como deterioro de los asientos, salpicadero, parasol, etc… También problemas más serios, como pueden ser frenos que no funcionan correctamente, sistemas inoperativos (como un inercial o un receptor GPS), el piloto automático, etc…
Indudablemente, estos diferidos, reducen las capacidades del avión. Y aunque no pone en juego la seguridad del vuelo, puede aumentar exponencialmente la carga de trabajo. Especialmente si requieren de procedimientos que pueden ser largos y liosos.
Y es que, los aviones, igual que los coches, con el uso y el paso del tiempo, van teniendo «fallitos». Mantener el avión sin un solo diferido, es muy complicado, por el propio desgaste y uso que se le da.
Cuando se acumulan diferidos en el avión
El problema viene, cuando hay numerosos diferidos, de los que requieren de procedimientos operacionales añadidos, o que limitan de algún modo las capacidades del avión. Cuando se acumulan demasiados, crear un «mapa mental» de lo que le ocurre al avión, de las consecuencias que ello tiene, y sobre todo de las consecuencias que puede llegar a tener en el peor momento, puede tornarse una tarea casi imposible.
Porque hay diferidos que pueden estar relacionados entre si, pero manteniendo cada uno un procedimiento específico asociado. De manera que degrade las capacidades de frenado, de altitud (techo), o de aterrizaje…
A veces, la suma de estos diferidos, aún siendo perfectamente diferibles de forma individual, hace que en conjunto limiten la operativa que deseamos realizar. Y es ahí donde entra la decisión del piloto, que debe decidir si el avión es apto para el vuelo.
Basado en sus conocimientos y experiencia, el piloto al mando debe evaluar la situación. Debe decidir si ese avión es aceptable para realizar el vuelo encomendado.
Esta decisión a veces, es más complicada de lo que parece, puesto que a veces lo evidente choca con el sentido común o incluso con la seguridad. Y por otro lado con la operativa, la puntualidad, etc…
Son decisiones que los comandantes o los instrutores tomamos cada día de vuelo. A las que a veces no se les da demasiada importancia y pueden ser sumamente determinantes para el éxito o no de un vuelo.
También, si eres propietario o socio de un avión, te tocará tomar estas decisiones. Pero en este caso, tendrás que valorar como piloto y como propietario.