licencia de pilotoCrisis COVID y flaquezas de la profesión

La casi completa paralización de la industria aeronáutica por causa del azote de la pandemia del COVID19 ha dejado en evidencia el talón de Aquiles de una profesión global.

La formación aeronáutica es una formación ultraespecializada, con perfiles de alta cualificación técnica y responsabilidad. No es para menos, los ratios de seguridad del transporte aéreo lo precisan.

Por añadidura, no olvidemos que es una formación cara, tanto para el piloto como para la empresa. Toda esta inversión ve desaparecer todo su valor añadido de manera dramática en estos momentos en que el transporte aéreo toca mínimos históricos.

 

En un mundo sin aviones, ¿quién necesita un piloto?

¿Y ahora qué? ¿A qué me dedico? ¿En qué me reinvento? Pensamientos que en algún momento han podido pasar por la mente. Tripulaciones paradas con pocas perspectivas de reinserción laboral a pesar de la alta cualificación. El motivo es simple y a la vez complejo. Se resume en una palabra: competencias.

¿Qué competencias profesionales reconoce el mercado laboral, aparte de las obvias de pilotar aviones? La triste realidad es que pocas o ninguna. ¿Responde este estereotipo al perfil real del piloto? Sí y no. Sí en cuanto el curricular académico pero no al de la praxis diaria.

En el día a día se precisan y adquieren conocimientos y experiencia en gestión de medios complejos, técnicos y humanos. Situaciones delicadas, análisis de riesgos, toma de decisiones con calado empresarial importante, con información limitada. Gestionando factores humanos, y por qué no, protocolarios y de representación.

Como vemos, un amplio abanico que no tiene su reflejo de competencias reconocidas más allá de la operación aérea. Tanto para piloto de compañía aérea como piloto de empresa de trabajos aéreos, las responsabilidades y tareas van siempre más allá de las estrictas del pilotaje.

 

La responsabilidad del comandante

El caso más paradigmático es el de comandante. Figura sobre la que recaen todas las responsabilidades de la gestión y operación del vuelo. Sin embargo fuera de la aviación no le habilita para la gestión de… nada más?????

Para paliar esta circunstancia, desde diferentes instituciones representativas de los colectivos de piloto se ha reclamado históricamente una formación aeronáutica de calidad. No solo en lo técnico sino transversal, es decir, conocimiento íntegro del funcionamiento del negocio aéreo, como elemento indispensable para el reconocimiento de las responsabilidades ejercidas.

Pero al humilde criterio de quien escribe este artículo, se persiguió correctamente el “qué” -el reconocimiento universitario de grado-, olvidando o relegando el “para qué” -competencias y salidas laborales diversas.

 

Reconocimiento de la titulación

Con la equiparación a diplomatura universitaria del ATPL se daba un rango universitario imprescindible para la defensa de las atribuciones y responsabilidades de los pilotos, en especial de la figura del Comandante. También se generaban vías de acceso a itinerarios formativos y oposiciones de función pública. Una buena noticia, sin embargo el espectro competencial seguía siendo ultra especializado.

Con la aparición del modelo de títulos de Bolonia, se reestructuran las titulaciones. Gracias COPAC y la universidad Rovira y Virgili se consigue el hito de la creación del CESDA. Ahí se imparte por primera vez estudios universitarios de grado de piloto, posteriormente otras universidades y centros se sumarán. Pero el ámbito competencial que da acceso las titulaciones de piloto sigue siendo el mismo.

Debido a la comentada reforma de Bolonia y la extinción de las diplomaturas, el COPAC emprende la tarea del reconocimiento del ATPL a grado. Objetivo conseguido en el 2018. Lamentablemente los procesos administrativos para la solicitud del reconocimiento no se han publicado.

 

¿Seguir la estela de la marina mercante?

Un detalle poco conocido por el público en general es que la existencia del título de grado universitario de piloto debe en parte su existencia a los oficiales de la marina mercante, con los que compartimos muchas esferas comunes.

Ellos labraron, a su manera y con características propias, este mismo camino décadas antes que nosotros. Con itinerarios formativos, titulaciones profesionales y ámbitos competenciales propios. A veces exclusivos a veces compartidos con otras titulaciones.

Así un graduado en navegación marítima, no sólo tiene como salida profesional formar parte de la tripulación de puente de mando de un buque. Además da acceso a otras salidas profesionales que van desde el control de tráfico marítimo, la función pública, vía el cuerpo especial facultativo de marina civil (sin análogo en la aviación), empresas aseguradoras del sector, industria auxiliar, operadores portuarios, gerencia o gestión de empresas del sector, e incluso capitanes marítimos de puerto.

Todo lo anterior sirve para describir someramente los esfuerzos de la profesión por conseguir niveles de reconocimiento, olvidando algo igual de importante, las competencias, que en lenguaje llano llamaríamos “salidas”.

 

Ultra especialización y competencias

La ultra especialización nos ha llevado a que las esferas de competencias profesionales y salidas laborales de los pilotos se han visto reducidas al mínimo u ocupadas por otros actores.

El haber descuidado la defensa y ampliación de las competencias profesionales se manifiesta de manera dramática en estos momentos.

Ahora mismo el futuro es una incógnita. La profesión debería tomar nota de lo sucedido y cuando las circunstancias lo permitan, poner el objetivo en trabajar para ampliar los ámbitos competenciales de las titulaciones.

Formación transversal, de conocimiento profundo del negocio aéreo y complementaria, no solo de la navegación aérea. Reconocimiento curricular de la misma, para poder encajar y optar a perfiles variados y diversos, tanto en la industria aeronáutica como fuera de ella. Ocupar más puestos en la industria y el mercado laboral, no solo el pilotaje.

Esta creo es la lección que, como profesión, debemos aprender de esta crisis.