Seriedad y responsabilidad son dos características que, en la aviación, marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Estando a miles de pies de altura, la serenidad del pulso y el conocimiento de las leyes aerodinámicas son la única garantía de un vuelo seguro y confortable. El piloto no es sólo la máxima autoridad dentro de un avión, es también, y sobre todo, un profesional que tiene bajo su custodia las vidas de cientos de personas. Todo un reto que exige interminables horas de preparación y perfeccionamiento constante.
Seriedad y responsabilidad son dos características que debe ostentar cualquier profesional que se respete. Sin embargo, en ciertas carreras ambos atributos son requisitos que pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte. La aviación es una de ellas.
Antes de iniciar el despegue, el piloto ya lleva tiempo trabajando, revisando la ruta, estudiando los vientos, interpretando la meteorología para evitar zonas de turbulencias, buscando la manera de llegar más seguros, más cómodos, más rápidos y sin olvidar la economía del vuelo.
La profesión es una mezcla de humildad y soberbia. La humildad para reconocer nuestra incapacidad ante ciertos fenómenos, como las tormentas, o para agradecer un aviso de nuestro compañero ante un desviamiento inadvertido. La soberbia al saber que somos el mejor piloto, que conocemos perfectamente los procedimientos, que ante una emergencia vamos a reaccionar con decisión y rapidez y vamos a salvar las vidas de los pasajeros y los tripulantes.
Y aunque su papel es menos determinante para la supervivencia de los pasajeros, otro tanto de atención recae en el cabin crew (azafatas/os), hacia cuyos afables rostros suelen volcarse las miradas ansiosas ante cada sacudida del avión. Si ellos levantan una ceja, el resto entrará en pánico.
Pero si los profesionales del aire mantenemos la calma incluso en las peores tormentas es debido a una preparación exigente y minuciosa que nos permite comprender los caprichos meteorológicos e interpretar perfectamente cada sonido del avión. Una vez en vuelo, ya es tarde para reparar una pequeña avería del hidráulico o solucionar un problema eléctrico: ahora hay que pasar a la acción, revisando los conocimientos que hemos adquirido en tierra y guardamos en algún lugar de nuestra memoria.
En efecto, los pilotos y cabin crew nos damos el gusto de desayunar en una ciudad y cenar en otra a cambio de horarios descabellados, actualización permanente de conocimientos y absoluta concentración al momento de tomar los controles. La profesión es apasionante… posiblemente la mejor profesión que puedas elegir.